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La Maternidad


La Maternidad Dra. Elena Passo La maternidad es un don, no es una carga, por el contrario, es fuente de alegría y de realización personal. Es la vida misma que transita a través nuestro, que se anida y crece en nuestro interior, y se refugia al amparo del amor por nueve meses. La mamá también se forma durante este gratificante período, se fortalece espiritualmente, madura en generosidad, se entrena en la paciencia, se prueba a sí misma en la prudencia. Cuida su corporeidad que se ha constituido en el templo en el que habita su propia interioridad y a su vez cuida otra corporeidad tan amada o aún más que la propia, que es la del hijo. La ciencia lo establece, es innegable, la vida del ser humano se inicia desde el mismo instante de la penetración del espermatozoide en el ovocito, se trata desde entonces de vida humana. Ahora bien, estos seres independientes establecen una forma particular de comunicación y hasta se determina la secuencia de mecanismos necesarios, que en los dos sistemas biológicos se tienen que ir dando para que la vida humana presente, prosiga su desarrollo. Por ser ésta, una comunicación que se da entre dos realidades biológicas a nivel molecular, resulta para nosotros imperceptible. ¿La mujer es consciente de este diálogo molecular? No, de la misma forma que tampoco somos conscientes de los procesos que ocurren en todo momento de nuestra vida biológica. Sin embrago, nadie puede negar que permanentemente en nuestras células ocurre un sin número de reacciones que no podemos captar conscientemente. Pero sobretodo, existe otra forma de comunicación, sumamente profunda e interior, que se establece exclusivamente entre la madre y el hijo, ya que estos dos seres no son sólo dos realidades corporales, sino que cada uno está constituido además por un alma de naturaleza espiritual. Es verdad, el alma del ser humano tampoco puede ser apreciada como tal por nuestros sentidos, pero hay tantas cosas que existen y tampoco tenemos la capacidad física de apreciar; veamos a modo de ejemplo, la radiación que recibe desde el espacio exterior la tierra. Algo tan grosero y que sin embargo, no es captado sensorialmente por ningún ser humano. Las almas dialogan, aún en medio del silencio, desde una forma especial de comprensión, y se ayudan mutuamente en la preparación interior. Veamos desde otra perspectiva las cosas y pensemos que es justamente la espiritualidad del niño concebido, con su alma pura, la que va primero en ayuda de su mamá. Le recuerda lo bueno, lo noble que recibió de Dios, y se lo da como su regalo, como su presente. Es su corazón el que enriquece con su amor al de la madre. La mamá responde a este mensaje de su pequeño, con dulzura y regocijo interior. ¿Se puede escuchar esta comunicación que se establece entre la madre y el hijo? Nuestra percepción también se muestra incapaz, sólo podemos captar a través de nuestros sentidos la mínima parte de lo que acontece en la maternidad, sin embargo las mujeres que han tenido esta dicha, pueden llegar a expresar esos sentimientos tan medulares y arraigados, que sienten durante la gravidez. Negar lo que no podemos ver no lo hace desaparecer, la vida de un ser humano está y se manifiesta a través del diálogo con su mamá desde el mismo inicio de la concepción: las mamás lo saben. Será cuestión de escuchar con el corazón y animarnos a ver la realidad humana, presente en un ser que inicialmente se comunica, sólo con los que lo pueden percibir.

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