Naturaleza del Embrión Humano
Dra. Elena Passo
CONSUDEC Revista, 5 de agosto de 2013
“Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por Él.” (Ga 5,25)
Nuevas y diversas cuestiones interpelan a la ciencia médica y a aquellas ramas del saber involucradas en el cuidado y preservación de la vida humana. Un ejemplo claro, de lo anteriormente expresado, son los cambios propuestos en el proyecto del nuevo Código Civil. Mencionaremos lo planteado en el artículo 19, en el cual se expresa que el comienzo de la vida será en el momento de la concepción, cuando ésta sea natural, y en el momento de la implantación, cuando sea resultado de técnicas de reproducción humana artificial.
¿Cuándo es el comienzo de la vida de los seres humanos? ¿Existirían de acuerdo a este proyecto de reforma dos categorías diferentes de personas? ¿Existe un límite en la aplicación de los avances biotecnológicos? ¿Le corresponde a la medicina la realización de un análisis de índole moral?
Para responder este tipo de preguntas que involucran problemas de ética, nos valdremos de la bioética. El objetivo será dar una respuesta integral, desde el marco referencial del resguardo de la dignidad humana, y su expresión que es el respeto por la vida.
Para que podamos establecer un obrar ético adecuado, en las acciones que impliquen el tratamiento de embriones humanos, tenemos que definir en primer lugar, cuál es el status moral del embrión.
¿Qué es o quién es el embrión humano?
Necesitamos para ello, llegar a obtener una respuesta objetiva, fundada y coherente, que respete su verdad integral, sin determinantes externos a su realidad.
El ser humano se define por su ontología y no por su cronología. Desde el punto de vista del ser, no existen estadios intermedios, es el mismo ser que se desarrolla en el tiempo y el espacio.
La pregunta fundamental a responder es: ¿cuál es la identidad del hombre?
Desde una visión metafísica el objetivo es captar la “esencia”, o sea el elemento constitutivo que permite llegar a la verdad última.
El nivel somático es parte integrante del ser en cuanto corpóreo, y la individualidad biológica constituye primariamente la individualidad personal; siendo desde el punto de vista metafísico, la corporeidad indisociable del ser persona.
Nuestra visión antropológica es la de considerar a la persona humana en su dimensión sustancial: unidad sustancial de naturaleza racional.
Análisis del status moral del Embrión Humano
El método triangular de la Bioética Personalista, que es aquella que se basa en el respeto de la persona, tiene tres pasos metodológicos que son aplicables al análisis del status moral del embrión:
1. Análisis científico objetivo
2. Análisis antropológico-filosófico
3. Consecuencias éticas para la praxis operativa.
1. Análisis científico objetivo
El comienzo de la vida de un nuevo ser humano está dado desde el momento de la penetración del espermatozoide en el ovocito. Se inicia en ese instante la vida de un ser con el patrimonio genético exclusivo de la especie humana, y que por lo tanto, lo identifica como biológicamente humano. Esta nueva realidad se autoconstruye y tiene una finalidad propia, existiendo una inteligibilidad en el proceso de crecimiento embrional.
El cigoto tiene una organización específica, una finalidad propia y la capacidad para la realización de la misma siendo un organismo individual. Es, desde el punto de vista biológico, un ser humano en la fase de desarrollo unicelular que expresa de forma autónoma sus potencialidades de desarrollo a través de un proceso orientado en el tiempo, continuo, gradual y coordinado.
1. Análisis antropológico-filosófico
Para establecer el status moral del embrión y poder formular luego el juicio ético, éste debe basarse en criterios intrínsecos a la realidad del mismo.
Teniendo presente los conocimientos aportados por la ciencia, se puede establecer que estamos en presencia de un ser que pertenece a la especie humana, es una realidad individual y posee en sí una teleología de desarrollo en cuanto persona humana. Desde el aporte antropológico se considera a la persona como una unidad sustancial (cuerpo y alma) de naturaleza racional, y desde esta perspectiva la unión del alma espiritual con el cuerpo ocurre en el momento de la constitución del mismo, es decir, en el instante de la propia concepción. No existen fundamentos que permitan establecer que el alma informa e individualiza al cuerpo en un período posterior, ya que el concepto de vida implica justamente la ausencia de disociación del cuerpo y el alma. Desde el aporte filosófico consideramos el alma - en referencia al ser - como el “acto primero”. Podemos pensar entonces, que en la realidad biológica inicial, en el origen mismo del ser humano ya se encuentra el alma espiritual, ese acto primero del ser, que lo individualiza por toda su existencia como persona. La afirmación de ser persona es de índole filosófica y se parte para esta consideración de la interpretación de la concepción de persona de tipo sustancial, referida a la misma naturaleza humana con capacidad de expresión desde el inicio de la vida.
La realidad del ser humano desde la concepción hasta la muerte presenta una “plena cualificación antropológica y ética”. Por lo tanto, al embrión humano no se le puede atribuir el poseer un cambio en su naturaleza, ni una graduación moral diferente al de toda persona; tiene entonces desde el inicio la dignidad inherente de la misma.
Desde la teología, la vida de la persona humana comienza en el momento en que desde el amor de Dios esa persona es creada. No existe discriminación en el amor de Dios.
2. Consecuencias éticas para la praxis operativa
Hemos visto como el embrión humano es una realidad individual, un ser humano que tiene en sí desde el inicio de la vida una teleología de desarrollo en cuanto persona humana. Luego, basándonos en criterios intrínsecos a su mismísima realidad, desde el aporte del dato antropológico y del dato filosófico, hemos podido establecer que es persona. Para ello, nos hemos basado en el concepto de indisolubilidad de la unión sustancial del cuerpo y el alma que se inicia en el momento mismo del comienzo de la vida y perdura hasta la muerte.
Es necesario dejar en claro que, independientemente de la consideración que se realice sobre la personalidad del embrión, el sólo hecho de estar en presencia de un ser que constituye una realidad individual y que forma parte de la especie humana, implica el respeto a su integridad y a su vida.
Se puede hablar de diferentes estadios o fases del desarrollo humano pero no existen fases en la realidad ontológica. Ésta permanece inalterable por siempre, y no se puede por lo tanto, establecer una graduación del valor de su vida basada en criterios extrínsecos a su realidad.
En la actualidad, millares de seres humanos en estado embrionario, son sometidos a una nueva forma de esclavitud. A través de la aplicación de técnicas biotecnológicas son creados artificialmente, manipulados, preseleccionados, crioconservados, disgregados, algunos usados con un fin experimental y otros simplemente destruidos.
Existe en este proceso comercialización y venta de embriones. ¿Qué diferencia moral existe, entre estos procesos y otros donde seres humanos, son usados como objetos de consumo?
¿Cómo puede ser justa una reforma de ley que discriminará a los más pequeños?
Decididamente, no es de Dios, quien ama la vida de todos y la da con generosidad. La vida sólo alcanza la plenitud cuando su configuración corresponde a lo que es querido por Dios. ¿Con la ley ocurre lo mismo?
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