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Ciencia y esperanza: las células madre adultas



Ciencia y esperanza: las células madre adultas

Dra. Elena Passo


Con motivo de analizar en profundidad la implicancia de la investigación y la utilización con un fin terapéutico de las células madre, se ha realizado entre los días 9 a 11 de noviembre en la ciudad del Vaticano una conferencia internacional sobre “Células madre adultas: la ciencia y el futuro del hombre y de la cultura”

Este evento tan importante, que fue convocado por el Consejo pontificio para la cultura, el Consejo pontificio para la pastoral de la salud y la Academia pontificia para la vida y que fue realizado con un criterio de participación pluralista y transdisciplinar, ha sido una muestra cabal del interés que suscita en la propia Iglesia Católica y en la población en general el tema de las células madre.

Es que amplios sectores de la humanidad afectados por diversas patologías podrían llegar a tener un beneficio concreto a través del uso médico de las mismas. Enfermedades degenerativas crónicas, entidades caracterizadas por lesiones que responden a una exacerbación de la autoinmunidad, el cáncer, la diabetes, lesiones traumáticas que dañan la medula espinal, son sólo algunas de las enfermedades en las que se podrá llegar a obtener una mejoría significativa.

Seguramente, es la intención de todos que se progrese y, si es posible prontamente, en esta área de la investigación científica y que luego la humanidad en su conjunto tenga un acceso justo y equitativo a este tipo de terapia.

Hasta aquí seguramente no habría ningún dilema ético; todos estamos de acuerdo en la necesidad de buscar a través de la ciencia una solución para aquellas personas que padecen una afección. La cuestión que obliga a reflexionar en conciencia se establece porque existen básicamente dos tipos de células madre: las células madre embrionarias y las células madre adultas.

Las células madre se caracterizan por su capacidad de autorrenovación prolongada sin diferenciarse y por su plasticidad. Esto último implica la capacidad de dividirse y dar origen a células progenitoras de transición, con capacidad más limitada de proliferar y de las cuales derivarán distintas líneas celulares que darán origen a células altamente diferenciadas. Su uso implicaría la posibilidad de regenerar y/o reparar tejidos enfermos o dañados.

Como hemos mencionado, las células madre se pueden obtener de tejidos de origen embrionario o de tejidos humanos adultos. Más recientemente, también se las puede producir a través de técnicas de laboratorio que permiten la desdiferenciación de células adultas.

El origen celular es un tema de particular importancia en lo que el Papa Juan Pablo II llamó la “Causa de la vida”, que es aquella que, basada en la dignidad de la persona humana, promueve la inviolabilidad de la vida en todas sus fases y circunstancias. En la encíclica Evangelium vitae nos enseña que Dios ha depositado su confianza y su fidelidad en el corazón de cada uno de nosotros, encomendándonos la misión de ser custodios del don de la vida.

“Defender y promover, respetar y amar la vida es una tarea que Dios confía a cada hombre, llamándolo, como imagen palpitante suya, a participar de la soberanía que Él tiene sobre el mundo”. Ev 42.

Y es que el uso de células madre de origen embrionario implica la destrucción y la muerte del propio embrión humano. Se pierde de vista que estamos en presencia de una vida humana. La concepción filosófica y antropológica que nos enseña que la persona humana es una unidad sustancial de un cuerpo y un alma espiritual es dejada de lado y omitida con el propósito de poder utilizar a modo de objeto la corporeidad misma presente en esa nueva vida. El hombre creado desde el amor de Dios como fin en sí mismo se transforma en el medio ideal para complacer intereses particulares y pragmáticos de otros.

En bioética el fin no justifica los medios, el fin tiene que ser la búsqueda de la verdad y el medio la proporcionalidad en los cuidados médicos cuando sean necesarios.

La proporcionalidad, la medida de lo adecuado, no es ciertamente la destrucción de una vida inocente, que además se encuentra en situación de particular vulnerabilidad. Es por eso que en el uso de células madre de origen embrionario la posición debe ser clara, contundente y no negociable. Implementar su uso con cualquier meta es una ofensa a la dignidad de la persona humana en la fase inicial de la vida y toda la humanidad se ve amenazada en la persona de ese nuevo ser.

Además, desde la misma ciencia existen datos que no las hacen aptas para su aplicación con un fin terapéutico como son su particular crecimiento, su inestabilidad genética, su posible transformación tumoral y también expresan moléculas que activan la respuesta inmune. Pero pensamos que la cuestión de fondo en este caso es el análisis moral de su obtención y es esta objeción la que invalida desde la ética en forma absoluta su experimentación y uso.

Por otro lado, tenemos las llamadas células madre adultas que se obtienen de diversos tejidos como son la médula ósea, la sangre del cordón umbilical, el tejido adiposo, la piel, la córnea, el tracto gastrointestinal, el mesénquima, el cerebro, etc. Las mismas, cuando son autólogas, es decir, obtenidas del propio paciente al cual luego serán aplicadas, tienen diversas ventajas, como es el hecho de no causar rechazo. Además, por estar en cierto sentido más diferenciadas, tienen un crecimiento más controlado y son menos propensas a un crecimiento excesivo de tipo tumoral.

Se utilizan desde hace más de cuarenta años en los trasplantes de médula ósea en patologías como la leucemia, el mieloma múltiple y también en el linfoma. En forma más reciente se ha observado mejoría en patologías neurológicas como la esclerosis múltiple, la enfermedad de Parkinson, el infarto cerebral, lesiones neurológicas por injuria traumática, etc. Se encuentran en investigación en la insuficiencia cardíaca, en el infarto agudo de miocardio, lesiones vasculares periféricas. En enfermedades metabólicas como la diabetes han sido utilizadas también con resultados alentadores.

La ciencia requiere del esfuerzo de equipos de científicos probos, para llegar a través de jornadas de trabajo exhaustivo a resultados confiables. Debemos ser pacientes y dar el tiempo necesario para ello y pensar que esta investigación científica orientada a las células madre adultas posibilitará el acceso del hombre a una nueva medicina. Una medicina aliada a la persona humana en la búsqueda de su bien integral.

¿Cómo impactarán todos estos cambios en la vida del hombre? ¿Vamos a una nueva cultura?

Muy probablemente se verán cambios significativos en la sociedad; pensemos solamente en el impacto cultural que tendrá la modificación de parámetros como son la expectativa y la calidad de vida.

Si desde una ciencia enriquecida por la mirada de la fe se le da al hombre la posibilidad de superar dificultades de salud que hasta entonces lo agobiaban y le causaban sufrimiento, será entonces para la humanidad un tiempo de reflexiones y cambios, una nueva oportunidad de crecer, de volver la mirada a lo profundo, a lo que trasciende y a lo que es lo bueno.


Passo, Elena. Cristo Vive ¡Aleluia!, Revista N° 181, pág. 16, marzo 2012.

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